SUFI SOIS - SOBERANA ORDEN DE INICIACION SOLAR GENIZAHR GEBURAH
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-AL SHEIK ALEPH GEBURAH - Fundador.        
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Bienvenidos a nuestro nuevo sitio en Internet, Aqui les presentamos a nuestros nuevos Iniciadores de la Soberana Orden de Iniciacion Solar Genizahr Geburah, Los que recibiran su Investidura con el Manto del AUM -3OM- y sus Tashbis con la potestad de entregar la Tecnica de los Esenios, de la Iniciacion Cristica, miembros de nuestro Circulo Interno Internacional. Aqui tendremos informacion sobre Seminarios y sus actividades que comenzaran a desarrollar este nuevo equipo de trabajo. En conjunto con nuestra Coordinacion en Santiago, Chile, asi como los Guru-es- y los miembros de los Magos de la Tierra y otros Circulos de Luz. Regrese a este sitio donde continuaremos agregando informacion sobre seminarios, y otras actividades de nuestra Jerarquia... Baraka Bashad!. Welcome to our SITE - Here you will find some information about programs of activities, seminars, and so on - IN SPANISH AND ENGLISH - We have in Chile our NEW 3 MATAJIS, the equivalent as Mushkil Gusha-s- Comeback frecuently to this site, I'm preparing more information on and translating this website IN OTHER LANGUAGES - See you soon !. - and HAPPY LIFE ! ! ! BARAKA BASHAD!. GOD bless you for ever ! - AL SHEIK ALEPH GUEBURAH
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SOBERANA ORDEN DE INICIACION SOLAR SUFI GENIZAHR GEBURAH.

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Érase una vez un sabio muy conocido que vivía en una montaña del Himalaya. Cansado de convivir con los hombres había elegido una vida sencilla, y pasaba la mayor parte del tiempo meditando.

Su fama, sin embargo, era tan grande, que las personas estaban dispuestas a andar por caminos estrechos, subir colinas escarpadas, vencer ríos caudalosos solo para poder conocer a aquel hombre santo, al que juzgaban capaz de resolver cualquier angustia del corazón humano.

El sabio, como era un hombre lleno de compasión, daba un consejo aquí, otro allí, pero procuraba siempre librarse pronto de los visitantes indeseados. A pesar de ello, estos aparecían en grupos cada vez mayores, hasta que cierto día una verdadera multitud golpeó su puerta diciendo que el diario local había publicado una amplia nota sobre él, incluyendo varias historias hermosas e interesantes a su respecto, y todos estaban seguros de que él sabía cómo superar las dificultades de la vida.

El sabio no dijo nada, solo les pidió que se sentaran y esperasen. Pasaron tres días y fue llegando más gente. Cuando ya no había espacio para nadie más, él se dirigió al grupo que estaba ante su puerta:

- Hoy voy a dar la respuesta que todos desean. Pero ustedes tienen que prometerme que, una vez tengan sus problemas solucionados, les dirán a los nuevos peregrinos que me mudé de aquí, para que yo pueda seguir viviendo en la soledad que tanto deseo. Si insistieran en saber a donde fui, ustedes les enseñarán el ritual que haré a continuación, para que nadie pueda quejarse de que la verdadera sabiduría es inaccesible.

Hombres y mujeres hicieron un juramento sagrado: si el sabio cumplía lo prometido, ellos no dejarían que ningún peregrino subiera la montaña.

– Díganme sus problemas – pidió el sabio.

Alguien comenzó a hablar, pero pronto fue interrumpido por otras personas, puesto que todos sabían que aquella era la última audiencia pública que el santo hombre estaba concediendo, y tenían miedo de que él no tuviese tiempo de escucharlos a todos. Minutos después, ya se había creado la mayor confusión: muchas voces gritando al mismo tiempo, gente llorando, hombres y mujeres arrancándose el cabello de desesperación porque era imposible hacerse oír.

El sabio dejó que la situación se prolongase un poco hasta que gritó
–  ¡Silencio!

La multitud se calmó inmediatamente.
– ¡Siéntense en el suelo y esperen!

Todos obedecieron. Él entró en su pequeña cabaña y pronto volvió con hojas de papel, lápices y una cesta de mimbre. Distribuyó el papel, pidió que cada uno escribiese su peor problema, lo doblase en cuatro y lo colocase en la cesta.

Cuando todos hubieron terminado el sabio recogió la cesta y la sacudió bastante, de modo que los papeles quedaran bien mezclados.

Enseguida la devolvió a la multitud, diciendo calmamente:
– Pasen esta cesta por todos, y que cada uno saque el papel que está encima y lea lo que está escrito. Si ustedes quieren, pueden escoger entre pasar a tener el problema que está escrito o pedir a otro que les entregue el que colocaron en la cesta.

Cada uno de los presentes cogió una de las hojas de papel, la leyó y se quedó horrorizado. Concluyeron que aquello que habían escrito, por peor que fuese, no era tan serio como lo que afligía a su vecino. Dos horas después habían cambiado todos los pedazos de papel y cada uno volvió a colocar en su bolsillo aquel donde había escrito su problema personal, aliviado por saber que su aflicción no era tan dura como se imaginaba.

Agradecieron la lección, descendieron de la montaña con la  seguridad de que eran más felices que los otros y –cumpliendo el juramento hecho– nunca más dejaron que nadie perturbara la paz del santo hombre.


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